Hoy nadie quiere sentarse a escribir. Hoy nadie tiene ganas de sentarse a exponer en palabras eso que nos quedó a todos atorado en la garganta. Decían que los europeos nunca habían ganado un mundial en América, que jugar la final con la camiseta alternativa condenaba al portador a una derrota inexorable, que no había que comerse el chamuyo de los alemanes, que según Robben la Argentina no tenía chances frente a los teutones... en fin, un mar de especulaciones y máximas que se contradecían unas a otras y aumentaban la incertidumbre a la hora de esgrimir vaticinios.
La misma pelota que Palacio no pudo dominar bien de pecho Goetze la mando adentro y a cobrar, así es el fútbol. Las instancias decisivas no suelen dar segundas oportunidades y si no matás morís, así es el fútbol. Lo más bello del fútbol convive con lo más cruel del fútbol, así es el fútbol. Notarán que a esta altura escasea la lógica y sobran los corolarios superadores, así es el fútbol. No le cabe otra explicación.
Otra máxima del fútbol: Vender cara la derrota. |
Dante Panzeri sentenciaba que el fútbol es la dinámica de lo impensado, y esa frase que hoy es uno de los tantos clichés que enarbola este deporte -junto a otros greatest hits como "dos cabezazos en el área son gol" y "2 a 0 es el peor resultado"- sirve para reflejar lo que fue este torneo para Argentina. Llegaba con los cuatro fantásticos y una defensa endeble más un arquero sin ritmo de competencia, ¿Que terminó pasando? Un arquero y una defensa sólidas con un ataque que llegó con tres de sus cuatro ases en baja y no pudo llegar a ser la aplanadora que muchos temían, lo que obligó a jugar a algo distinto y tuvo a Marcos Rojo como máximo exponente de la dinámica de lo impensado a nivel argento, a punto tal que terminó siendo uno de los rendimientos más altos dentro del equipo. Un punto de giro que no hubiese podido ser escrito ni por el mejor de los guionistas. Parafraseando a Forrest Gump: El mundial es como una caja de chocolates, nunca sabés qué te va a tocar.
¿Hay algo por reprochar? Seguro que no. Se cruzó el rubicón de los cuartos de final y se llegó a una final después de veinticuatro años. Se jugó contra el equipo que le había metido cuatro a Portugal y siete a Brasil en su casa, se le creó peligro con llegadas clarísimas que no entraron por esos caprichos del fútbol y el desnivel a favor del rival llegó faltando siete minutos para que termine el tiempo extra. A pesar de haber llegado de punto en vez de banca -a diferencia de muchas otras veces- se estuvo más cerca de ganarlo que de perderlo en el golpe por golpe. Porque enfrente estaba una excelente selección alemana a la que muchos daban como ganadora antes de tiempo y quedó demostrado, como tantas veces, que dentro de la cancha son once contra once y este deporte permite que todo sea posible. Y tal vez sea ese el motivo por el cual duele tanto. Pero no tanto como les duele a los dueños de casa, que encima tienen el tupe de imprimir titulares como el siguiente:
Caradurez não tem fim. |
Amén del dolor del resultado final, seguiré sosteniendo que este ha sido uno de los mejores mundiales que me ha tocado vivir. México '86 e Italia '90 son recuerdos muy borrosos en mi entonces infantil mente como para compararlos con esta copa del mundo que palpité partido a partido, minuto a minuto y jugada a jugada, como lo vengo haciendo desde USA '94, mundial a partir del cual tuve la consciencia suficiente como para vivir el torneo en todo su esplendor y de la A a la Z.
Sobran los motivos para confirmar porque hemos vivido un mundial increíble en Brasil: España, el último campeón, se fue en primera ronda, Costa Rica se coló entre los ocho mejores, Colombia volvió a la máxima competición después de 16 años y llegó hasta cuartos de final por primera vez en su historia con el plus de ver a Faryd Mondragón batiendo el record de edad (43) en un partido mundialista, Miroslav Close alcanzó los 16 goles y -mal que nos pese- rompió el record del gordo Ronaldo en Copas del Mundo, Tim Howard salvó 16 veces la valla de Estados Unidos contra Bélgica en octavos de final y también marcó un record.
Tim Howard vs. El Mundo. |
No nos olvidemos nunca que algo tan básico como 22 tipos corriendo detrás de una pelota logran que cada cuatro años vivamos un mes en el que pasamos por todos los estados anímicos posibles, nos abrazamos con el menos pensado y perdemos la línea comportándonos como perfectos inadaptados frente a un televisor de la forma más absurda e inexplicable.
Pero por sobre todo no nos olvidemos de esa máxima que es madre de todas las máximas del balompié, según la cual el fútbol siempre da revancha. Ojalá no tengamos que esperar otros veinticuatro años para estar en otra final, ojalá sigamos teniendo jugadores que sepan representar nuestra forma de jugar y por sobre todo de vivir este deporte, y ojalá que el próximo mundial llegue lo más rápido posible...pero tampoco tan rápido, porque dicen que las cosas buenas se hacen esperar y hay que desearlas mucho, y mi deseo es seguir viviendo muy buenos mundiales. Porque si es cierto que este es un deporte sin lógica, lo más lógico que uno puede hacer es ilusionarse con que todo es posible durante cuatro semanas cada cuatro años.
Saludos y hasta la próxima!