martes, 25 de noviembre de 2014

El Libro Maldito (Arrástrame a Parque Rivadavia)

       Les voy a contar una historia. Una historia que se fue desarrollando a mis espaldas sin yo saberlo, reptando desde uno de esos rincones oscuros donde apilamos a ex novias y relaciones truncas que nos dejaron algunas anécdotas jocosas... y otras que no tanto.

Arrástrame al 2007.-
       La cuestión en sí nos remonta al crudo invierno del año 2007, ese invierno tan particular que trajo nieve a Buenos Aires después de 89 años. En ese mismo año era estudiante universitario de noche y soporte técnico de call center de día cuando me surgió la posibilidad de cambiar de trabajo, para hacer algo similar pero mejor pago y con mejores perspectivas "profesionales", tan profesionales como pueden llegar a ser las perspectivas cuando uno se encuentra inmerso en el universo de los call centers. Al mismo tiempo me encontraba de novio ya hacía más de dos años con una chica que había conocido en otro trabajo. Era una muy buena persona, vivía en una zona "paqueta" de la cuidad y venía de una familia bastante bien acomodada del interior, estaba recibida de una carrera que detestaba y estaba haciendo sus primeras armas en un mundo laboral completamente desconectado del oficio aprendido en la universidad.

       Volviendo a mí, acepté el nuevo trabajo símil call center. Una semana después me desperté para ir a la oficina y me dije "no, no puedo ir más a ese trabajo", y unos minutos después llame a mi jefe para decirle que renunciaba. Estaba cansado de todo eso y no veía ninguna manera en la que podría haber continuado en ese lugar. No es un detalle menor decirles que a mis entonces 25 años ya pagaba un alquiler, impuestos, comida, etc., por ende el trabajo era una necesidad vital para mi existencia. Al mismo tiempo estaba en crisis con mi carrera, había sido un año muy flojo en el que aprobé muy pocas materias y mi carrera en UBA parecía ir aún más lento de lo que suele ir en condiciones normales, cuestión que me llevó a replantearme mi supuesta vocación.

       Los primeros tiempos post renuncia fueron tomados con suma comprensión por parte de mi entonces pareja, pero con el paso del tiempo la relación se fue enrareciendo, ella comenzó a distanciarse pero parecía no animarse a sentarme en una silla y cantarme la posta. Viendo que ella lo sentía pero no lo asumía, me planté y nos sentamos a charlar el problema, y para resumirles la cuestión les anticipo que me dijo que quería separarse. Y no por que sus sentimientos de afecto hacía mí hubiesen cambiado, o porque se enamoró de otro, o porque le robaba toda la frazada a la noche y dejaba el asiento del inodoro levantada... la síntesis argumental de la ruptura planteada por ella fue "te veo como que no sabes lo que querés... y yo quiero hacer cosas... quiero viajar a Europa, quiero irme de vacaciones a lugares lindos... y no veo que pueda hacer esas con vos"... cual novela berreta de la tarde, podemos decir que me dejaban por ser pobre... y por no tener un rumbo marcado a mis jóvenes 25 años.

El verdadero Libro Maldito.
       Con los años la situación quedó totalmente superada, el rumbo se enderezó y la vida continuó con muchas satisfacciones después de ese 2007 nefasto. Mi ex era traductora pública y tenía muchos libros en inglés en su casa. Uno de esos libros era El Cazador en el Centeno (The Catcher in the Rye) de J.D. Salinger. Para aquellos que no lo conocen es una suerte de libro maldito, es el libro con el que -por ejemplo- estaba  obsesionado Mark David Chapman, el asesino de John Lennon. Por estos motivos generales y los míos particulares siempre lo consideré un libro con malas vibras. No soy para nada creyente de lo paranormal ni lo esotérico, pero si creo que ciertos objetos o personas son poseedoras de malas vibras y de ser posible lo mejor es mejor evitarlas.

       Por razones que al día de hoy desconozco, ese libro quedó en mi poder después de la ruptura, en su momento lo había empezado a leer pero creo que en algún punto me empezó a aburrir y lo abandoné. En este punto es donde volvemos a nuestro año 2014: hace poco más de un mes me reencontré con el libro en una pila de cosas viejas sobrevivientes de mi departamento de soltero, decidí releerlo como forma de dar cierre definitivo a un capítulo poco memorable dentro de uno de los peores años que viví, y de paso exorcizar algún que otro demonio que tal vez anduviese dando vueltas por ahí.

       Hace menos de un mes cambié de trabajo, surgió una propuesta interesante en una empresa joven que parecía ofrecerme un cambio interesante en lo profesional. Después de ocho días de trabajo las cosas se tornaron un tanto confusas, daba la sensación de haber sido contratado por una empresa que realmente no me necesitaba para hacer un trabajo que no era exactamente lo pactado, y viendo que no había espíritu de resolución de parte de mi empleador, no vi otra alternativa que renunciar. Siendo al día de hoy un hombre felizmente casado y con mascota, imaginarán que no son decisiones que se toman a la ligera, y llegar a esta decisión fue el producto de no ver otro tipo de resolución medianamente posible.

El libro maldito, con título alternavio en español.
    Cuestión que estas últimas semanas de tiempo libre no planificado en el libreto me dieron la posibilidad de terminar de empezar a terminar de leer el libro maldito. Hace unos días, comiendo pizza con una muy querida amiga mía que siempre presta su oído a conversaciones absurdas, le comento que retomé y terminé de leer El Cazador en el Centeno. Ella me dice que su copia del libro se llama "El Cazador Oculto", otro de los títulos del libro en español. Le comento que mi plan para sacarme la mala vibra de encima es llevar el libro a algún puestito de Parque Rivadavia -vivo muy cerca- y dejarlo en la primer batea que encuentre. También había expuesto el fantástico plan a mi esposa, y me había sugerido una acción más radical: prenderlo fuego. Pero me parecía que no era la mejor forma, sostengo la creencia de que las malas vibras no desaparecen simplemente con destruir el objeto en cuestión. Si algo aprendí de ver tantas películas de terror es que el mal no se destruye tan fácil, lo maligno siempre anda dando vueltas por ahí rompiéndole las bolas al primer desprevenido que encuentra y a veces la única opción es pasárselo a alguien más, no vieron Arrástrame al Infierno? Entonces sentía que lo mejor era deshacerme del libro maldito en vez de destruirlo, ya que no garantizaba efectividad. Simplemente dejarlo olvidado por ahí, a la espera de que el próximo dueño accidental tal vez reinvierta la polaridad y le saque las malas vibras... o en última instancia que su próximo dueño sea una persona que se merezca  un poquito de maldad, como suerte de justicia divina.

       Y es así como el último sábado fuimos con mi esposa a pasear por Parque Rivadavia. La idea siempre fue dejar el libro en el primer puestito que encontrásemos. ¿Quieren saber el nombre del primer puesto que encontramos? Cazador Oculto. No creo en las brujas, y no se cuán verdadero sea eso de "pero que las hay, las hay"... pero me aferré a esta simpática coincidencia y abandoné el libro maldito ahí, para que espere a su próximo dueño accidental. 

El puesto Nro. 99 llamada "Cazador Oculto", nuevo hogar del libro maldito.
       72 horas después les cuento que por el momento sigo bien, no han salido garras del piso de casa para arrastrarme al inframundo, ni he caído en pozos de fuego de esos que arden eternamente. Así que por ahora la operación puede considerarse un éxito. Ojalá esto cambie la suerte... y ojalá en el futuro nadie me toque la puerta para devolverme el maldito libro, como quien devuelve el botón de un abrigo que intentábamos perder.



Saludos y hasta la próxima!